miércoles, 27 de mayo de 2009

Champions


En este barrio de Madrid hoy la calle está desierta, salvo el bar de la esquina que está algo más cocurrido de lo normal. De repente escucho ¡GOOOOOOOOOL! cuando han pasado pocos minutos de que haya comenzado la final de la Champions entre el Barcelona y el Manchester.
El grito me enternece, me hace sentir orgullosa de mis vecinos (no siempre me dan motivos) y me lleva a pensar si en Barcelona se alegrarían igualmente si fuese "el eterno rival" quien se estuviese jugando "la décima".
De repente dudo. ¿A ver si es que jalean al Manchester?
Estaba casi segura de no ser defraudada, pero confieso que antes de sentarme a escribir he tenido que ir a comprobarlo, mujer de poca fe, no sea que tuviese que cambiar de enfoque. Pero no, no me han defraudado: es el Barcelona quien ha metido el gol.

viernes, 15 de mayo de 2009

sábado, 9 de mayo de 2009

Un puzzle

Cantar en un coro, como tocar en una orquesta, es algo así como armar un rompecabezas entre un montón de personas. Es un gran divertimento mientras se está montando, y una gran satisfacción cuando está completo.
Aquí, una reseña sobre lo que ha sido mi estreno en el Coro de mi antigua universidad.
PD. No os molestéis en buscarme, soy sólo una piececita.

domingo, 3 de mayo de 2009

Semáforo musical


Vivir en un piso exterior sobre un cruce de calles tiene ventajas e inconvenientes. La principal ventaja es que puedes ver pasar la vida en dos dimensiones: de la cabalgata de reyes, como del gay parade o de un acordonamiento policial, uno puede ser espectador privilegiado.
El principal inconveniente es el ruido. No tanto el de estos acontecimientos extraordinarios (suceden tan de tarde en tarde que la ventaja del espectáculo supera a las molestias), ni tampoco el ruido continuo de los coches, que molesta pero uno termina por acostumbrarse.
Hay, sin embargo, un "ruido" en particular al que uno nunca se acostumbra: es el de la música alta que llevan algunos coches cuando se paran en el semáforo. Si la música decide nuestro estado de ánimo, estas músicas lo sobrecogen a uno en un sentido cambiante cada tres minutos. Para volverse loco.
Así sin mucho rigor diría que, de los coches que pasan bajo mi ventana con el exhibicionismo sonoro por bandera, un 50% son lolailos, un 20% son salseros, otro 20% pop-románticos y aproximadamente un 8% acid-rock-bacaladeros. No llegará al 1% las veces que me han deleitado con un poco de bel canto o música clásica. Un día debería plantearme en serio hacer una estadística.