sábado, 31 de enero de 2009

PRIMEROS RESULTADOS

La principal conclusión de aquel pequeño estudio fue que sí, había correlación entre el nivel de religiosidad y el fatalismo respecto a que se pueda cambiar el mundo mediante la acción (si bien, los niveles de optimismo tampoco son para alegrarse mucho). En efecto: los porcentajes de pesimismo suben con la intensidad religiosa: el 55% de los ateos o agnósticos, frente al 61% de los no practicantes, y al 69% de los practicantes, se declararon "fatalistas" o "muy fatalistas".

La influencia de otras variables en estas respuestas fue del mismo orden que la variable "intensidad religiosa". Y, como se dijo en la entrada anterior, la posible influencia de otras variables deja de ser preocupante por cuanto se encontró que las correlaciones más fuertes se encontraban entre las capas "centrales" de la población: los jóvenes y adultos, los sectores de población alrededor de la clase media, y los individuos de posiciones ideológicas alrededor del centro.

Hay que señalar, sin embargo, alguna matización. Ni los agnósticos son tan optimistas, ni los católicos practicantes tan fatalistas como habíamos predicho. Las significaciones más fuertes se encuentran en el tramo fatalista pero se encuentran menos casos de muy fatalistas de los que habíamos previsto encontrar entre los practicantes. Transcribo literalmente del capítulo "conclusiones" de aquel estudio:

"... da la impresión de que la práctica religiosa pone un tope al fatalismo. Es posible que la clave esté en el paso a la acción. El practicante cree en las actividades que desarrolla, por tanto, aunque sus acciones sean de tipo caritativo o de voluntariado, el practicante cree que al menos una labor paliativa sí es posible realizar frente a las malas decisiones políticas."

Como luego veremos, esta nueva hipótesis parece confirmarse cuando más adelante ampliamos el universo hacia otros países europeos y hacia otros cristianismos distintos del católico.

(Continuará)

sábado, 24 de enero de 2009

PRIMERAS PRUEBAS. PLANTEAMIENTO

Al terminar la carrera me había propuesto mejorar mis destrezas metodológicas, tanto cuantitativas como cualitativas, y en cuanto tuve oportunidad me matriculé en un curso de cada tipo. Ambos me han resultado muy útiles en lo que ha venido después.

Así, con ocasión del curso de análisis estadístico de datos sociales, organizado por el colegio de sociólogos, vi la oportunidad de probar con un mínimo de seriedad si mis observaciones tendrían alguna corroboración estadística, o si se trataba simplemente de excesos de mi osada imaginación.

A lo largo del curso nos entrenamos en el manejo del programa más generalizado de análisis estadístico, el SPSS, de modo que el adiestramiento tuvo una doble utilidad: mejorar nuestros conocimientos de estadística y a la vez aprender a utilizar el programa. Han sido los trescientos euros mejor invertidos de toda mi vida.

Llegado el final del curso, se nos proporcionó un conjunto de datos bastante completo y su documentación asociada (ficha técnica, cuestionario, etc.), de una encuesta elaborada por una prestigiosa agencia no lucrativa (la fundación CIRES, y su encuesta "Los usos del tiempo por los españoles" realizada durante enero de 1996). Con ellos teníamos que llevar a cabo una investigación propia. No sólo había que probar cruces de variables, también había que centrar inductiva, teórica y documentalmente el tema, proponer hipótesis, operacionalizar las variables, preparar los datos, tratarlos, y finalmente descartar "casualidades" o intervención de variables intermedias. Hay que decir la muestra de 1200 personas, estratificada por comunidades autónomas y tamaños de hábitat, y en el cuestionario encontré preguntas suficientes (aunque no exhaustivas) para componer mis variables. Fue mi oportunidad de oro para comenzar.


Las preguntas del cuestionario que se seleccionaron para determinar las variables principales fueron:

-Religiosidad:

Del cuestionario base se tomaron estas dos preguntas :

· Religion: Católico - otra (decir cuál) - ateo o agnóstico - NS/NC.

· Intensidad: ¿Diría usted que es practicante ? (escala de 1 - no practicante, a 4 - muy practicante)

que luego se recombinaron para obtener una sola variable con tres categorías: sin religión - católico no practicante - católico practicante. Los no católicos fueron filtrados. No se pudieron filtrar, sin embargo, los que hubiesen dicho ser ateos pero provenientes de tradiciones religiosas no católicas. Dada la fuerza de la tradición católica en España, esperamos que estos sean tan pocos que no distorsionen los resultados.

-Fatalismo democrático (sensación de que incluso en democracia los ciudadanos pueden hacer muy poco o nada por cambiar las cosas):

Del cuestionario base se utilizaron las preguntas:

· ¿Está usted de acuerdo con la siguiente sentencia? : "En un sistema democrático como el nuestro los ciudadanos influyen realmente en las decisiones del gobierno" (escala de 1 - muy en desacuerdo, a 4 - muy de acuerdo)

· Id. "La situación internacional es tan compleja que países como España apenas si pueden tomar decisiones sobre sus propios asuntos" (escala de 1 - muy en desacuerdo, a 4 - muy de acuerdo)

que también se combinaron y recodificaron (obsérvese que en la segunda hubo que invertir los valores de las respuestas antes de poder sumar puntuaciones). Con ello se compuso la variable Fatalismo democrático, con tres categorías: fatalista - medianamente fatalista - optimista respecto a que la acción ciudadana pueda tener alguna influencia en "cambiar el mundo".

La cuestión era ver si existía correlación entre ambas variables, partiendo de la hipótesis (obtenida por observación y refinada por todas las demás lecturas sobre historia del cristianismo, sociología de la religión, teoría de los mitos, las investigaciones de Durkheim, etc.) de que "los más fervientes cristianos (en este caso españoles y católicos) tienden a ser los más fatalistas respecto a lo que el ciudadano puede hacer, mientras que los individuos que han dejado de lado la religión confían más en que poniendo uno mismo manos a la obra se pueden cambiar las cosas".

Pero no sólo. Puede existir correlación y sin embargo estar influida por la edad (los jóvenes pueden ser más idealistas, o por el contrario reconocerse peor pertrechados para la acción política; y viceversa con los mayores) o por la ideología (es sabido que hay correlación entre ideología y religiosidad, las gentes más practicantes tienden a ser de derechas) y entonces los resultados pueden deberse a la ideología y no a la religión; o por otras variables de las que suelen llamarse sociodemográficas (sexo, ingresos per cápita, nivel de estudios, tamaño de hábitat...)

Como en las novelas de Agatha Crhistie, cada una de estas puede aportar razones para suponer que influen en el fatalismo u optimismo respecto a la acción ciudadana. Lo bueno es que, si lo pensamos, en muchos casos pueden influir tanto en el sentido de la hipótesis como en su opuesto. Así pues, la cuestión es si su influencia (de haberla) es mayor o menor que la debida estrictamente a la religiosidad. Para ello lo que se hizo es un cruce trivariable, mirar qué ocurre en el interior de las capas sociodemográficas: cruce religiosidad x fatalismo sólo entre los hombres, luego solo entre las mujeres, o solo entre los adultos jóvenes, o solo entre los adultos maduros, y así sucesivamente.

Por ejemplo, si la correlación se produjese transversalmente a todas las capas de edad, podríamos decir que no es la edad la que en realidad está influyendo. Pero aunque no sea así (es lógico suponer que capas muy extremas se comporten de forma opuesta) llegaríamos a conclusones parecidas si se comportasen de acuerdo a la hipótesis las capas no extremas, esto es las capas centrales. Por dos razones:

1. Son aquellas donde hay mayor representación como para poder decir que la muestra es significativa; las extremas incluso podrían descartarse, precisamente por esta razón: pocos casos pueden dar una correlación muy alta, pero sin significación estadística. Paralelamente, estas capas son a las que pertenecen la gran mayoría de los españoles.

2. Si hay correlación, podemos decir que no se debe a la variable sociodemográfica. Por ejemplo, si en ideología miramos qué pasa con los que se dicen "de centro" y aquí las variables principales se comportan como habíamos predicho, estamos casi seguros que este comportamiento no es debido a la ideología. Lo mismo ocurriría con la "clase media" o los "adultos".

(Continuará)

miércoles, 21 de enero de 2009

PRESIDENTE OBAMA

Ayer escuchaba a Obama en su toma de posesión. En un momento del discurso, pide a todo el mundo que arrime el hombro para levantar el país. A continuación, todos los comentarios en todas las cadenas de radio y televisión, aparte de elogiar esta parte o aquella otra del discurso, terminaban por señalabar lo mismo: "a ver qué hace este hombre".

¿Qué va a hacer, qué va a hacer? ¿Es que no lo habéis oído? Pues, lógicamente, pedir a todo el mundo que se ponga a trabajar, porque como se lo dejen/dejemos todo a él, vamos apañados. Pero la gente insiste: "¡A ver qué hace este hombre!"

Me recordaba a un pasaje de La vida de Bryan, en que el protagonista está hablando para la muchedumbre que lo escucha arrobada. Bryan les dice "¡No tenéis que dejaros llevar, tenéis que pensar por vosotros mismos!", y la multitud repite al unísono, todos con caras de bobos: "¡No tenemos que dejarnos llevar, tenemos que pensar por nosotros mismos!"

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Discurso/inaugural/presidente/Barack/Obama/espanol/elpepuint/20090120elpepuint_16/Tes

sábado, 17 de enero de 2009

DEMOCRACIA

Tres definiciones de democracia:

Primera.
Sistema de gobierno en que cualquiera puede convertirse en tirano. Mientras los demás se lo permitan, naturalmente.

Segunda.
Sistema donde se elige por votación a quién echar las culpas de casi todo.

Tercera.
Es el sistema que se dan las personas a sí mismas, donde la divinidad ni gobierna ni dicta leyes. La divinidad queda al margen. O debería.

martes, 13 de enero de 2009

CORRELACIÓN

Por si quedare algún amable lector que haya tenido la paciencia de leerse las entradas anteriores, y que todavía tuviere curiosidad por saber si hay correlación estadística entre las dos variables principales de nuestro estudio (que podrían formularse así):

A - la intensidad con que se siente la religiosidad y
B - la tragedización de la "contradicción democrática"

le adelantaré que sí, la hay. Al menos, aquí en España.

En los próximos posts intentaré explicar cómo se hicieron los estudios. Por ahora, sólo recordar lo que significa que haya "correlación estadística".

Tal cosa no significa, evidentemente, que todos los religiosos vivan la democracia como un problema irresoluble que les asusta o al que prefieren no quieran mirar de frente; ni que todos los ateos asuman con naturalidad el hecho democrático, con sus ventajas e inconvenientes. En todas partes hay de todo. Lo que significa es que hay más religiosos a quienes les asusta la democracia de lo que cabría esperar si ambas variables no tuviesen nada que ver (y no uno o dos, sino significativamente más). Y del mismo modo, hay significativamente más ateos o agnósticos dispuestos a coger el toro democrático por los cuernos, de los que serían esperables si ambas variables fuesen completamente independientes. Esto ocurre al menos en las capas centrales, mayoritarias, de la población española: clases media-baja, media y media alta, nivel de estudios básicos o bachillerato, estratos de edades intermedias (adultos jóvenes y adultos maduros), inclinación política tanto de centro-izquierda como centro o centro-derecha...

domingo, 11 de enero de 2009

CIFRAS Y LETRAS

Sobre religión ha hablado muchísma gente. Teólogos, estudiosos y sabios de todas las épocas, y más recientemente, antropólogos, psicólogos... Y también cualquiera de nosotros tendría algo que decir sobre religión. Sobre la nuestra, al menos. De hecho, prácticamente a todos nos han educado en alguna tradición religiosa, por tanto todos podríamos contar como mínimo unas cuantas experiencias... Bajo una pluralidad de formas, es un fenómeno universal. Todo el mundo entiende algo cuando se menciona la palabra religión.

Quizá sea por ello que, justamente, no existe una definición de religión. Una completamente consensuada, quiero decir. ¿Cómo poner de acuerdo a tanta gente?

Máxime, cuando un aspecto común a casi todas las religiones es el misterio. Una verdad que no se ve, una verdad que sólo se puede creer. Todas guardan celosamente algún arcano. Y lo peor es que a eso lo suelen llamar Verdad, así con mayúsculas. Como para volverse loco.

Por eso el enfoque de nuestro trabajo no podía partir de una definición de religión. Sólo podía partir de sentimientos personales. De lo que cada uno sienta por tal, sin darle muchas más vueltas. Es algo que variará de unos a otros, seguro, y para el que estudia el fenómeno religioso siempre será difícil entrar tan adentro de las personas... Aunque lo intente, nunca podrá estar seguro de que no se le haya escapado algo inaprehensible. Al estudioso sólo le queda esperar que los mecanismos de reproducción cultural hayan hecho bien su trabajo, y que cuando dos personas digan ser religiosas, si ambas pertenecen a la misma tradición, haya cierta proximidad entre lo que siente una y lo que siente la otra.

Por eso, también, es inútil que desde aquí nos sumemos a hablar mucho más. Hay asuntos incomunicables, donde las palabras se atascan... o se pasan siete pueblos. Hay asuntos, como este de la sociología de la religión, para los cuales, si se quiere averiguar algo, es mejor dejar que hablen los números.

jueves, 8 de enero de 2009

EL GERMEN

Ya no recuerdo qué fue antes, si las sensaciones tan desagradables que sufrí cuando, recién elegida en mis primeras elecciones sindicales -a las que fui muy jovencita y semiengañada, si no de qué-, nos tocó negociar el algazamiento de un ministerio, para crear uno de los primeros entes públicos de aquella ola que emprendió Felipe González. El ICEX, la Agencia Tributaria, AENA... son de aquella época. En este punto debo aclarar que sacar a un funcionario de su condición de tal, es algo casi tan traumático como para otro cualquiera quedarse en el paro. Fin del paréntesis. Decía que no sé si fue antes lo de aquellas negociaciones, o si fueron antes las clases en la facultad donde descubrí a Durkheim. Creo recordar que por aquellos tiempos también estaba animada por la reciente lectura de "La Imaginación Sociológica", de Charles Wright Mills, libro que me quitó el miedo a hacer experimentos más que osados con la mía.

En todo caso, las tres cosas (las negociaciones, las teorías de Durkheim y mi imaginación sociológica) se vinieron a juntar para que, una primavera de finales de los ochenta, en un viaje nocturno en coche, con la concentración favorecida por la oscuridad y la sola luz de los faros, durante cinco horas desde Madrid a la costa almeriense, me pusiera a pensar más o menos en los siguientes términos:

"Si los tótems de las tribus australianas que estudiaba Durkheim representan a la propia tribu porque ese animal es el que mejor los caracteriza como sociedad aunque sus miembros no lo sepan... entonces... ¿qué está representando metafóricamente el mito de Jesús crucificado, que caracteriza a "nuestra tribu" aunque no lo sepamos?

"¿Por qué nos hemos quedado precisamente con este mito y no con otro? ¿Y por qué lo hemos elevado a la categoría de mito central, de dios, entre tantas figuras metafóricas posibles (desde los cuentos de hadas hasta las películas de vaqueros)? Y va para dos mil años...

"A ver, no es lo mismo un mito, que un dios. Un dios es un mito, pero es un mito de rango superior, y que ha pasado a otro nivel en nuestra conciencia. Del mito sabemos que es una metáfora, un cuento; en la existencia del dios creemos. Caperucita Roja (por decir algo) es mito pero no es diosa. Y en cambio Jesucristo crucificado... ¿Qué representa? debe ser algo muy gordo. Tan gordo, que es lo que más identifica a "nuestra tribu".

"¿Y a quiénes me refiero cuando digo "nuestra tribu"?

Buscando respuestas a estas preguntas, empecé a repasar mentalmente cómo comenzó el cristianismo.

"De la parte griega, la filosofía había ido decolorando a los dioses antiguos, y Atenas experimentaba la primera democracia del mundo... Como no podía ser de otra manera: filosofía implica autonomía de pensamiento; y los hombres que piensan de forma autónoma, ya no pueden ser más súbditos de nadie, tienen que autoorganizarse, ser ciudadanos. Los antiguos mitos griegos estaban ya muy desvanecidos y la democracia ateniense en pleno apogeo, cuando el consejo de la ciudad ordenó desterrar al más preclaro de los atenienses, aunque él, por no querer tener privilegios sobre cualquier otro ciudadano (por llevar la democracia hasta sus últimas consecuencias), eligió tomarse la cicuta. Platón lo explicaba años después con otro mito importante, el de la caverna: el que salga y vea la luz, más vale que no vuelva para contarlo o los suyos no podrán resistirlo y lo matarán.

"Cinco siglos más tarde, una tragedia parecida ocurre en Judea: uno de los mejores hebreos de la época, viene hablando de que su padre es el mismo Jahvé, y en poco tiempo pasa de ser considerado un gran tipo a ser enviado a la cruz, ambas cosas por aclamación popular, aunque las autoridades romanas no encontraran razón para matarlo. Para colmo, el pueblo elige indultar al ladrón convicto Barrabás, antes que al sedicente hijo de dios (dios o loco, un buen hombre en todo caso). Cuando lo iban a apresar, incluso sus seguidores más cercanos reniegan de él por miedo a ser relacionados y correr su misma suerte.

"Unos tres siglos más tarde, ya todo el mundo grecolatino y todo el oriente medio habían adoptado este hecho trágico como su símbolo central, su nueva religión oficial.

"¿Por qué éste, de entre todas las historias y leyendas de la época? ¿Qué había pasado?

"En primer lugar, al mundo grecolatino se le habían ido muriendo sus dioses. Lo que de ellos quedaba hacía tiempo que no era más que excusa para el folclore (función importante pero no suficiente). Eso quizá dejaba un hueco en la vida de las personas, un hueco en busca de sustituto.

"En segundo lugar, la democracia había hecho aparición, mostrando tanto sus ventajas (la participación de los individuos en las decisiones de la ciudad) como sus inconvenientes (la responsabilidad de los individuos en las malas decisiones referentes a los asuntos de la ciudad).

"Tanto la democracia ateniense como la república romana, al final habían sucumbido a la tentación imperial. El autoritarismo resultaba ser más eficaz, mas barato, quizá más cómodo (menos "energético" que diría un físico)... aunque entrase en contradicción con el concepto de ciudadanía y de autonomía del individuo. Entre la ambición (de poder) de uno y la comodidad de los demás (vale, que se ocupe otro), la tentación de sucumbir al autoritarismo es grande. ¿Es, quizá, este eterno debate entre las dos principales formas de organizarnos, el quiz de la cuestión?

"El hecho es que, después de ese deambular de unos siete siglos sin dioses, en el mundo grecolatino termina por cuajar una nueva religión cuyo mito central habla de un hombre bueno al que matan los suyos. Sí, luego resucitó y todo eso, pero lo que preside todos los altares de todas las iglesias, y lo que llevan las monjas al cuello, no es un féretro vacío, sino una cruz."

"Hay una cosa que nunca he entendido: toda la vida nos han dicho que Jesucristo murió para salvarnos, para redimirnos de nuestros pecados. Sí, fue un cabeza de turco, eso es cierto... pero de ahí a salvarnos todos los demás... ¿salvarnos de qué? ¿de qué pecados? ¿de querernos acostar con el vecino? No termino de ver la relación. Tiene que haber algo más profundo, más fuerte. Un mito no dura dos mil años ocupando el centro de una civilización, así porque sí, por un cuento chino que no tiene mucho sentido... Sí, sí, se mantuvo en gran parte por el miedo de la gente, por la Inquisición, el poder de la Iglesia... Pero si la Inquisición se acabó, ¿qué hace el Papado ahí todavía? ¿Por qué el cristianismo goza todavía de una relativa buena salud, en la Europa laica, en estos tiempos? ¿Nos engañan? ¿Quién? ¿Nos engañamos nosotros mismos? ¿Por qué? Tontos no somos, hemos llegado a la luna. Si nos engañamos o nos dejamos engañar, debe ser por algo muy muy gordo, algo que no queremos ver.

De repente me acordé de la cantidad de insultos que estábamos recibiendo en las negociaciones. De cómo nuestros compañeros, funcionarios a los que se ofrecía quedar en excedencia y optar por una categoría laboral en una nueva empresa pública por un poco más de dinero (no mucho, en todo caso todo lo que pudimos sacar), nos insultaban a los sindicalistas como si fuésemos nosotros los culpables de todo lo que había liado el gobierno de Felipe González. Si, ya sé, es lo de siempre: el "malo" está en su papel, pero el "bueno", el que tiene que salvarnos, si lo hace mal o insuficientemente, es mucho más reprobable. Felipe González no se llevó ningún insulto por todo aquello; nosotros sí. Algunos compañeros nos retiraron el saludo y cosas peores.

También me acordé de que, cuando en las asambleas nos preguntaban que por qué no habíamos sacado más dinero, y les contestábamos que no teníamos una varita mágica, es cuando sus ojos más se llenaban de furia. Y de que, cuando ya me cabreaban mucho y les decía "¡pues haberte presentado tú a las elecciones, so listo!", entonces esos ojos llenos de furia se llenaban, además, de vergüenza y apartaban la mirada. Por esa furia y esa vergüenza, antiguos amigos míos no me hablan desde entonces.

Entonces vi claramente la relación entre las dos situaciones: entendí que a Jesucristo no lo mataron por ser diferente o raro o loco, ni para redimir los pecados de nadie... a Jesucristo lo mataron por ser bueno pero no perfecto. Lo que queda en el mito no es la opresión romana, sino que Jesús fue un poco milagrero pero no todo lo que a aquella gente les hubiese gustado. ¿No eres hijo de dios? ¡Pues haz este milagro (el que arregle lo mío, naturalmente)! ¿Ah, que no puedes? ¡Pues vaya hijo de dios de mierda! Ahí nace el odio, el odio al semidiós. No se odia tanto al malo que lo hace, como al semi-bueno que no lo arregla. La furia de los judíos no cargó contra la opresión ni contra la autoridad romana, sino contra alguien a quien se acusa de no ser un dios total. Se carga contra quien tiene algunas pocas armas pero no una varita mágica. (Si algunos supieran la de veces que los sindicalistas tenemos que jugar de farol...). Y todavía se le odia más cuando uno intuye que, si a uno se le ocurriera presentarse a unas elecciones, automáticamente uno mismo sería blanco de los mismos odios por parte de los demás. Utilizo el verbo intuir en vez de otros como caer en la cuenta o cobrar consciencia, porque pocas veces esta sensación aflora a un nivel más consciente. Ahí se queda, y a partir de ahí esa leve intuición empieza a ser enterrada en excusas: "yo no podría, yo no sabría, para eso hay que valer..."

Ya estaban contestadas mis principales preguntas: ¿Qué representa el mito de Jesús crucificado? Pues representa la tragedia del hombre autónomo, la tragedia de la democracia, el miedo que da la responsabilidad de gestionar los asuntos de la polis. Siempre habrá alguien descontento, por lo tanto los insultos (y quizá cosas peores) están asegurados. Por otra parte, los asuntos públicos son de todos y de cada uno. Que otro gestione mis asuntos se da de patadas con mi autonomía personal... O sea: si gestiona otro, malo; si gestiono yo, peor. Pero si todos somos autónomos e iguales en derechos... ¿quién ha de hacerlo? La democracia encierra una contradicción organizativa difícil de resolver. Una contradicción que es trágica para los miembros de la tribu, ya sean gobernantes o gobernados. ¿Y de qué "tribu" estamos hablando? Pues de todos aquellos pueblos herederos de la filosofía, de la autonomía personal, los que se las han habido desde el principio con la democracia y sus contradicciones. Estos son los herederos de lo grecolatino, los europeos y los americanos más tarde. Lo que llamamos el mundo occidental. Ahora veía claro que no es casualidad que los países de tradición cristiana sean también países por lo general democráticos, que se ha pasado dos mil quinientos años de historia debatiéndose entre la democracia y el autoritarismo (que es la otra cara de la misma moneda).

Para terminar, debo decir que, haciendo un repaso mental de aquellas personas, conocidos míos, que más se quejaban de nuestra gestión negociadora, los que más furia nos dedicaron, los que más nos apartaban la mirada y el saludo... me dio la impresión de que se trataba de gente creyente, incluso practicante. Entonces fue cuando recordé que Wright Mills aconseja en La imaginación sociológica a los novatos: "no tengáis miedo a vuestras observaciones, ni aunque se trate de casos particulares; si han llamado vuestra atención, por algo será".

De ahí surgió la osadía de lanzar la hipótesis, la pregunta, el germen de toda esta investigación. Pregunta que podría formularse más o menos así:

"¿Habrá correlación estadística? ¿Se cumplirá que los más religiosos (cristianos) son los que prefieren que se ocupe otro para luego insultarle, los que más trágicamente viven la contradicción democrática; mientras que los ateos tenderían a tomar la democracia y sus limitaciones con mayor naturalidad? No lo sé, habrá que hacer números...

"Pero si se cumpliera, si existe esa correlación, eso "probaría" la teoría general de que el mito central, el que elevamos a rango de divinidad oficial, es un escondite, un trauma, un disfraz de algo que nos da miedo y que a la vez nos es indispensable para vivir (incluso, como diría Durkheim, nos caracteriza) como sociedad. Tenemos un problema muy nuestro que nos aterra y lo "solucionamos" primero disfrazándolo de mito, luego mandándolo al cielo, y después venerando y rezándole a ese lejano difraz. Damos todo ese rodeo para evitar enfrentarnos al problema abiertamente aquí en la tierra. ¡Claro! Los dioses no sólo nos caracterizan, como decía Durkheim. Los dioses son nuestros problemas disfrazados. Ante los problemas, los ateos actúan; los religiosos, rezan. ¡Si ya lo dijo Marx, el opio del pueblo! ¡Y por eso los dioses empiezan a morir en cuanto la filosofía agarra el asunto por los cuernos! En el caso de la civilización occidental y el cristianismo, mi hipótesis es que ese problema es la contradicción, la paradoja, la tragedia democrática. Y en otros pueblos con otras religiones, vaya usted a saber... Por ejemplo el islam, ¿qué pasará con el islam? ¿qué simboliza ocultamente, qué contradicción irresoluble, qué tragedia encerrará la media luna para los musulmanes? Uf, no lo sé, no conozco suficientemente esa cultura... Habra que documentarse mucho, y después hacer números también..."

Y es que Wright Mills también dice a los novatos que una intuición imaginativa para formular hipótesis está muy bien, que no hay límite para la osadía... siempre y cuando luego se formalice la investigación, claro está. ¡Ay! ¡Menudo trabajazo me esperaba! ¡Qué agobio! Menos mal que para entonces ya estaba llegando a Murcia y me esperaba el fin de semana. Me propuse divertirme y no pensar más en el tema.

Pero hoy, casi veinte años después de aquel viaje en coche, no he dejado de llevar esto en la cabeza ni un solo día. Parte de todo ese trabajazo ya está hecho pero aún queda mucho. En ello estamos. Hasta que no se acabe, todo son especulaciones. Y aún entonces posiblemente lo seguirán siendo. Acaso nunca dejen de serlo.

miércoles, 7 de enero de 2009

¿EL OPIO DEL PUEBLO?

Con el fin egoísta de facilitarme trabajos posteriores, comienza aquí una aburridísima serie en la que voy a intentar explicar al amable público que tenga la paciencia de leerme, cómo una obsesión puede llegar a materializarse en un proyecto de cierta envergadura, o que espero no quede demasiado banal, al menos. Quienes me han seguido en el blog de Félix de Azúa quizá ya intuyen de lo que hablo, por lo pesada que me pongo siempre dándole vueltas al mismo tema. También aquí se ha hablado de ello alguna vez (entradas Relegare y Con los tiempos).

Es un tema que se me metió en la cabeza un buen día hace ya muchos años. Mientras a la vez que ejercía el sindicalismo estudiaba en la facultad el trasfondo de los mitos, en mi cabeza se realizó un enlace neuronal que desde entonces me acompaña, y que, aunque escondido o soterrado, me parece central en nuestras vidas (en las de la civilización occidental, como poco).

Al cabo de los años, viendo que el asunto, como un mal amante, no se apartaba de mi cabeza, me propuse investigarlo con seriedad científica, no dejar que la cosa quedase en "especulaciones de una listilla un poco chalada", averiguar si las cifras me darían la razón, operacionalizar lo que busco exactamente, descartar interferencias de variables intermedias... Necesitaba que dejase de obsesionarme. En vez de preocuparme, ocuparme.

Así, poco a poco, paso a paso, cada vez que he podido hacer investigación sociológica con libertad, he aprovechado para darle un empujoncito más, para profundizar un poco más en el asunto... Es lo que tienen las obsesiones. Pero justamente porque soy consciente de que es una obsesión, necesito despojarlo de su carácter de "manía". Necesito seguir profundizando todo lo que pueda, científicamente, con todo el rigor y la honestidad intelectual que me han inculcado (que es, creo, bastante, en todo caso espero sea suficiente), hasta que deje de ser especulación y se convierta en "conocimiento". Necesito que sean los datos quienes me avalen o me convenzan de lo contrario. Y, como a pesar de todo se trata de una obsesión, es probable que no descanse hasta que eso ocurra.

Como Churchill, yo tampoco me fío más que de los estudios que yo misma he manipulado. Por tanto, lo tenía que hacer yo misma. Abrí la línea de investigación con el trabajo final de un curso postgrado sobre análisis cuantitativo de datos sociales, en el año 2001, organizado por el Colegio de Sociólogos de Madrid. Ese trabajo final consistía en una investigación, pequeñita pero seria, es decir, metodológicamente bien planteada, con las operacionalizaciones y los análisis realizados de forma correcta y completa.

El siguiente paso se apoyó naturalmente en este trabajo previo, y tomó la forma de una tesina, colofón de un D.E.A. (Diploma de Estudios Avanzados, lo que a partir ahora llaman Master), es decir, los seminarios e investigación previos a una tesis doctoral. Este lo realicé en París, entre 2003 y 2004. Tuve que irme allí por varias razones, siendo una de ellas que la EPHE - Sorbonne tenía justamente el programa de doctorado que se ajustaba a mi enfoque, y que en España no lo había.

Naturalmente, y si la providencia me lo permite, el próximo paso será la tesis doctoral, que ojalá pueda comenzar dentro de no demasiado tiempo.

¿Y de qué se trata? Pues muy sencillo: en dos palabras, de comprobar estadísticamente si es verdad o no aquello que dijo Marx de que "la religión es el opio del pueblo".

La famosa sentencia, unos la creen a pies juntillas por el mero hecho de que la dijo Marx; otros la cuestionan, casi por la misma razón... pero nadie que yo sepa se había puesto "a la cartesiana" a investigar qué dicen las cifras de todo esto. Y eso es lo que me he propuesto: ni lo creo ni lo dejo de creer, sólo quiero ver qué dicen las estadísticas. Más que nada porque yo no soy Marx, sólo soy una socióloga más de las que salen a miles cada año de todas las facultades de sociología del mundo. Por tanto, para que algo que yo planteo tenga cierta probabilidad de ser creíble, es mejor que venga respaldado por un estudio bien hecho, so la tutela de una buena universidad. En este caso, de la Sorbona.

En fin, no se trata de cambiar la autoridad de Marx por la de la Sorbona, aunque nunca viene mal un respaldo. No. De lo que se trata es de realizar el trabajo, lo que, fuera de una universidad que me guíe, sería difícil. Y de realizarlo científicamente, rigurosamente, honestamente. Las palabras no son más ciertas ni porque se digan más fuerte ni porque se ponga más pasión en ellas. Se trata, por tanto, de poder creerme mis propias palabras. Desapasionadamente.

sábado, 3 de enero de 2009

PORTES DU BONHEUR

Cuando, como es el caso, una ha estrenado el año con gripe y aun así desea escribir algo, viene muy bien haber estrenado también un almanaque zen que adquirió en las últimas vacaciones. Os transcribo el consejo que nos cuenta el almanaque para este fin de semana:

Tened siempre en mente -o escrito en un pedazo de papel que llevéis siempre con vosotros- las cinco "puertas de la felicidad" del budismo zen:

Simplicidad
Serenidad
Confianza
Consciencia
Imaginación

PD. La imagen es de la artista Gaëlle Boissonnard

jueves, 1 de enero de 2009

APELLIDOS

"...Se considera que, en el inicio, los apellidos fueron extensiones, apodos del nombre de pila para diferenciar personas con nombres iguales pero de distintas familias. Estos apodos para diferenciarse estaban relacionados con varios aspectos relacionados con el padre o con el miembro más conocido del grupo familiar, aspectos que podían ser simplemente el nombre de esta persona, su oficio, su origen de residencia, algún rasgo característico de su físico, o alguna historia o anécdota de su vida..."

(Tomado de: http://www.arbol-genealogico.es/apellidos.html )

Ayer, durante la cena de Nochevieja, me contaron un curioso ejemplo sobre esto:

Es sabido que en la lengua maya abundan los nombres terminados en -huac -tec -poc -pac -puc. Al parecer, estos fonemas son onomatopeyas del ruido que hacía el cuerpo del sacrificado al estrellarse contra el suelo, tras ser arrojado desde lo alto de la pirámide.