martes, 17 de noviembre de 2009

Extraños estados naturales


De vez en cuando la mirada se extraña ante lo cotidiano para intentar ver el mundo como lo haría un extraterrestre.
Así mirando es posible caer en la cuenta de lo irresoluble de algunos problemas con los que se convive a diario: el eterno problema del reparto de riqueza; el pertinaz desentendimiento entre hombres y mujeres; la imposible respuesta a la cuestión de quién ha de gobernar y cómo; el sempiterno dilema entre el odio al vecino y la naturaleza sociable del ser humano… son sólo algunos no desdeñables ejemplos.
Convivimos con estos problemas sin ni siquiera hacerles mucho caso, como si estuviesen resueltos ya, sin casi caer en la cuenta de que, todo lo más, vamos tirando gracias a algún parche que otro, un poco de maquillaje aquí y allá con que nos autoengañamos y/o pretendemos engañar a los demás.
Antes de devolver la mirada a su modo habitual, una se pregunta cómo es posible que hayamos llegado a Marte y sin embargo todavía no hayamos arreglado estas cuestiones. Una se pregunta cómo es posible que matar o morir siga siendo “la solución fácil”, al parecer mucho más fácil que arreglar pacífica y armoniosamente estas cuestiones.
Una se extraña, hasta el punto de ser asaltada por un pensamiento radical: ¿Es acaso la paz lo que no podemos soportar, que la evitamos a toda costa? ¿Es acaso el odio, la envidia y el asco, el estado estable del ser humano, el menos problemático, por no decir el que más nos colma o divierte, mientras que la inestabilidad, la depresión y la angustia, vienen de la mano de un entorno en armonía? … Si es así, no he dicho nada, devuelvo mi mirada a su modo habitual y sigo viviendo como si tal cosa.