sábado, 20 de junio de 2009

Con el tiempo


Los nuevos ricos, al cabo de cien años, ¿siguen siendo nuevos ricos? ¿Cuánto tiempo ha de pasar para que lo que comenzó siendo nuevo-riquismo se convierta en rancio abolengo? ¿Acaso a la descendencia del nuevo rico nunca llega a ocurrirle eso, sino que se convierte en otra cosa?

viernes, 5 de junio de 2009

Margaritas



Bajo a la calle un momento. Mientras fumo un cigarrillo, me distraigo observando los gorriones y, siguiéndolos con la mirada, los pajarillos me llevan de repente junto a unas diminutas margaritas que crecen entre el césped.

Contemplando el jardín me dejo llevar por mis recuerdos. Como la magdalena de Proust, esas margaritas me traen momentos de mi infancia, cuando salíamos al campo y mi madre me acompañaba a coger flores silvestres. Me pregunto cuánto disfrutaría ella viendo los ojitos curiosos de la nena descubriendo las margaritas. Unas iguales a éstas, entonces debían de parecerme crisantemos.

Mi madre ya no está y mi infancia terminó. Ser, no ser… Yo que Hamlet, se lo preguntaría a una margarita. ¿Quién es ésta que ahora trabaja, fuma, recuerda y escribe? ¿Quién es, si no la continuidad de aquella niña, que a su vez fue el resultado exitoso del instinto de conservación de aquella buena madre? Para que su éxito siga, tengo yo que seguir. Esa es la razón, simple en el fondo, de por qué vivimos.

No, no acertaba Cioran cuando dijo aquello de “si supiese por qué no me he suicidado todavía, ya me habría suicidado”. No, la vida no es sólo búsqueda, como parece deducirse de aquella frase. La vida es continuidad… Así lo exige el instinto de conservación, y no me refiero al de uno mismo, sino al de los padres de uno. Mis padres me amaron lo bastante como para no querer defraudarlos en su afán más animal, más esencial. De modo que ese es el sentido de mi vida: continuarlos. Simple, en el fondo.

Apago mi cigarrillo. Mientras lo hacía he recordado que al fallecer mi madre sólo quise encargarle margaritas. Ni rosas, ni dalias ni crisantemos: sólo un enorme centro de margaritas blancas, grandes, como debían de parecerles éstas a mis ojos de niña.